Fernando Mires – EL DOMINGO 16 DE JULIO



Estoy escribiendo hoy jueves para el domingo venezolano del 16 de Julio. Nadie puede saber si ese será un día decisivo o no. Pero, dicho con seguridad, será importante. Aunque la magnitud de su importancia solo podrá saberse de acuerdo al transcurso de los acontecimientos que sigan al resultado de la gran consulta popular. La consulta contiene tres preguntas:
1 ¿Rechaza y desconoce la realización de una asamblea nacional constituyente propuesta por Nicolás Maduro sin la aprobación previa del pueblo venezolano?
2 ¿Demanda a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana obedecer y defender la Constitución del año 1999 y respaldar las decisiones de la Asamblea Nacional?
3 ¿Aprueba que se proceda a la renovación de los Poderes Públicos de acuerdo con lo establecido en la Constitución, así como la realización de elecciones y la conformación de un nuevo gobierno de unidad nacional?
Más que una consulta es un cuestionario. La primera pregunta es sobre-determinante. La segunda y la tercera se deducen de la primera.
La redacción del temario consultivo corresponde con el carácter plural y amplio de la MUD, organización dentro de la cual cada partido busca imprimir su sello, hecho que explica por qué sus comunicados y declaraciones, así como la redacción de sus documentos, no son siempre un dechado de coherencia.
Sin embargo, más importante que la redacción de la consulta es su intencionalidad. Ella proviene de dos tiempos históricos, uno breve y otro largo. El tiempo breve se encuentra en continuidad con la insurrección constitucional que desde hace más de cien días se ha hecho presente en las calles, dejando tras de sí una gran cantidad de muertos, heridos y presos políticos. El tiempo largo se encuentra en continuidad con la línea electoral, democrática, constitucional y pacífica transitada por la gran mayoría de la oposición venezolana desde el año 2005.
La consulta del 16J será otra elección. Pero no una más. Su propósito es canalizar hacia un objetivo preciso la insurgencia democrática. Se trata, en términos simples, de certificar políticamente que la inmensa mayoría de la nación no acepta el proyecto de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) cuyo objetivo es eliminar el sufragio universal e imponer el sistema de dominación cubano en Venezuela. Por lo mismo, el 16J será un acto masivo de apoyo a la Constitución de 1999. 
La consulta, si bien desde el punto de vista jurídico no es un plebiscito, desde un punto de vista político sí lo será. Eso significa: si bien la consulta no es constitucionalmente vinculable (bajo Maduro la propia Constitución no es vinculable) desde el punto de vista político posee un alto grado de poder vinculatorio.* Pues no solo demostrará lo que todos saben: que la mayoría de la ciudadanía no acepta la ANC, sino, además, dará una certificación política a esa mayoría. La consulta ha salido al paso de la ANC, la ha interceptado y la convertirá en una nulidad. Fue, efectivamente, la de la AN, una maniobra de alta calidad política. Al César lo que es del César y a la AN lo que es de la AN.
La consulta será la expresión electoral de la mayoría democrática de la nación. Demostrará ante el mundo que el gobierno no solo representa a una minoría, sino que, además, es radicalmente inconstitucional. Esa es la razón por la cual la consulta del 16J ha despertado un ímpetu épico a lo largo y ancho del país. Su resultado no derribará a la dictadura, pero pondrá de manifiesto que esa dictadura, a diferencia de otras habidas en el continente, no cuenta con otra carta de legitimación que no sean las armas. Por lo mismo, dejará al desnudo las decisiones anti-constitucionales del alto mando militar.
La ANC nació agonizando. La Consulta del 16J extenderá su certificado de defunción. De ahí que el objetivo inmediato de la consulta sea lograr que mucho más temprano que tarde la dictadura retire a la ANC y de curso a las elecciones pautadas en la Constitución, la única, la de 1999, aprobada por amplia mayoría bajo el gobierno de Chávez.
Esas son exactamente las razones por las cuales el dilema de los sectores más extremistas de la oposición es falso. Pues ese dilema pone en primer lugar la caída de Maduro y solo en segundo el restablecimiento de la Constitución.
Lo que en su ceguera los extremistas no pueden o no quieren comprender es que el retiro del proyecto de la ANC y en consecuencia, el restablecimiento de la Constitución, significaría nada menos que la capitulación de la dictadura. En sus anti-políticas mentes no entienden que el antagonismo entre la Constitución y la Constituyente es la expresión jurídica del antagonismo político principal: el de la ciudadanía contra la dictadura.
Si la oposición sigue haciendo bien las cosas, la consulta popular del 16J puede ser la llave que abra la puerta al periodo de transición. Recién en el curso de ese nuevo periodo cobrarán sentido las negociaciones entre la oposición con representantes de la dictadura. Antes no. Intentar negociaciones antes de que la Constitución recupere su vigencia es inconstitucional. La Constitución no es negociable.
Los diálogos que tienen lugar en estos momentos tienen más bien un sentido transversal. Por de pronto, la oposición, al ser políticamente heterogénea, debe continuar su dialogo interno, el mismo que la ha llevado a impulsar una intensa unidad de acción en las calles del país. Tanto o más importante será el diálogo con las organizaciones civiles, algunas surgidas durante las mismas protestas. Y no por último, será necesario intensivar la comunicación con las fracciones disidentes del chavismo las que, de modo legítimo, buscan un espacio de inserción dentro del periodo post-dictatorial que se avecina. El dialogo final, el más decisivo, es el que deberá tener lugar entre la sociedad política y los representantes del estamento militar. Esos son los objetivos.
Por cierto, la historia no es una máquina automática. Los objetivos contenidos en la consulta popular serán cumplidos, no cabe duda. Pero su tiempo y sus escenarios estarán condicionados por acontecimientos imponderables. Son precisamente esos acontecimientos los que dan forma a la historia. Uno de ellos será–y con ello repito la idea inicial- la consulta popular del 16J. Si será decisivo o solo importante, se verá después.



* Hasta el miercoles 12-J prevalecía la opinión jurídica relativa a la no vinculabilidad constitucional de la consulta. En los días siguientes, sin embargo, ganó terreno la tesis de la vinculabilidad constitucional. No obstante la  vinculabilidad depende de un organismo vinculable. Pero la AN no es organismo ejecutivo y el ejecutivo no va a conferir nunca un carácter vinculable a la consulta aunque esta sea constitucional. Esa es la razón por la cual –juristerías aparte- preferimos aceptar la tesis de la vinculabilidad política y no jurídica de la consulta. Pues queramos o no, si la consulta popular es aplicable lo decidirá la correlación política de fuerzas y no una interpretación jurídica de la ley, por más exacta que sea.